Sólo por hoy no me preocupo.
Dos monjes que viajaban
de un templo a otro por un camino embarrado por la lluvia, se
encontraron de
pronto con un torrente que atravesaba la senda y que hacía imposible el
paso.
Unos metros más adelante, parada y con la
desolación pintada en el rostro, se encontraba
una joven que no podía cruzar
por el peligroso lugar, la corriente era muy fuerte.
Uno de los monjes no lo pensó dos veces y sin titubear, tomó a la joven y cargándola sobre
sus hombros
la cruzó al otro lado. El otro monje al otro lado de la orilla observaba la
escena
con gesto de desaprobación.
Bien entrado el día cuando ya la escena y la
anécdota habían quedado atrás, el segundo
monje seguía molesto y con el ceño
fruncido, caminaba sólo sin dirigir la palabra a su
compañero.
-¿Se puede saber qué te pasa?-le preguntó este.
-¡Qué me pasa! ¡Qué me pasa! ¿Qué me va a pasar?
¡Has transgredido uno de los principales
preceptos: has tomado en tus brazos a
una joven mujer; su cuerpo y el tuyo se han tocado
estrechamente!
El otro monje observándolo con toda tranquilidad y
con una breve sonrisa le respondió:
¡Pero cómo! ¿Todavía la cargas encima? Yo hace
rato que la dejé a salvo a la otra orilla de la
corriente.
A veces cargamos con un exceso de preocupación, por el pasado, por el futuro, por la culpa, el resentimiento, etc. Cargamos con tantas cosas, tan grandes y pesadas, que caminamos encorvados, dejando de ver todo lo positivo que hay a nuestro alrededor. Este es el momento, aquí y ahora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario