Bodhidharma fue a China y el emperador quiso verle. Una vez reunidos el monarca le dijo:”Mi mente está muy inquieta, muy intranquila. Eres un gran sabio y te he estado esperando. Dime qué debo hacer para pacificar mi mente.”
Bodhidharma le contestó: “No hagáis nada. Primero mostradme vuestra mente” El emperador no le comprendió y dijo: “¿Qué quieres decir?”
“Venid a las cuatro de la madrugada, cuando no haya nadie por aquí. Venid solo y recordad que debéis traer vuestra mente con vos” pidió Bodhidharma.
El emperador no pegó ojo en toda la noche. Por su mente pasó en muchas ocasiones el pensamiento de olvidarse de todo aquello: “Ese hombre debe de estar loco. ¿Qué quiere decir con eso de: “Recordad que debéis traer vuestra mente con vos?”. Pero el personaje resultaba tan cautivador y carismático que le resultó imposible cancelar la cita. A las cuatro de la mañana saltó de la cama como atraído por un imán, y se dijo: “Debo ir pase lo que pase. Ese hombre puede tener algo para mi. Sus ojos así parecen anunciarlo. Parece un loco pero, no obstante, debo acudir a la cita y ver qué sucede.”
Así que partió, y halló a Bodhidharma sentado, apoyándose en su cayado. “Así que habéis venido… ¿Dónde está vuestra mente? ¿La habéis traído?, preguntó Bodhidharma”
“No digas tonterías. Cuando estoy aquí, mi mente también está aquí, no es algo que pueda dejarme por ahí. Está en mi”, aseguró el emperador.
Bodhidharma le contestó: “Muy bien. Así que ese es el primer punto: la mente está en vuestro interior. Ahora cerrad los ojos y a ver si podéis encontrarla. Y si la encontráis decírmelo de inmediato para pacificarla.”
Así que el emperador cerró los ojos y lo intentó una y otra vez, buscó y buscó. Cuanto más buscaba, más consciente era de que la mente no existía, de que es una actividad. No es algo que esté por ahí y que pueda señalarse. Pero en el momento en que comprendió que no es una cosa, entonces se le reveló lo absurdo de su búsqueda. Si la mente no es una cosa, entonces no hay nada que hacer. Si es una actividad, entonces basta con no llevarla a cabo; eso es todo. Es como caminar y no caminar.
El emperador abrió los ojos. Le hizo una reverencia a Bodhidharma y dijo: “No hay mente alguna que hallar”.
“Entonces ya la he pacificado. En cualquier situación en que os encontréis intranquilo no tenéis más que mirar en nuestro interior, y tratar de hallar esa intranquilidad”, respondió Bodhidharma.
La verdadera mirada es anti-mental, porque una mirada no es un “pensamiento”. Y si miras o buscas intensamente, toda tu energía se transformará en una búsqueda o mirada… y se tratará de la misma energía que antes fuera movimiento y pensamiento.
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