El maestro zen Keizan Yokin define la meditación como una contemplación indivisa del yo en todos sus niveles. Podríamos verla como una metáfora del buceador que se sumerge en las profundidades de su ser y va observando distintos paisajes, corrientes, peces, etc., a medida que va más y más profundo. Después de este largo descenso, regresa a la superficie con lo visto y vivido, lleno de una mayor comprensión.
Esta práctica requiere recogimiento, una renuncia voluntaria del mundo, pero no significa que la meditación sea una vía de escape de la neurosis social en la que nos hallamos. Nos retiramos momentáneamente y luego volvemos y compartimos en la vida cotidiana lo que va surgiendo en nosotros, casi sin darnos cuenta.
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